Dalyan, Un Trozo De Paraíso En La Tierra

Recientemente, durante un período de mucho estrés, fui a Dalyan unos días juntando un viernes con el fin de semana.​

Recientemente, durante un período de mucho estrés, fui a Dalyan unos días juntando un viernes con el fin de semana.

Para reservar el hotel utilicé los servicios de las redes sociales y controlé las clasificaciones y los comentarios de los clientes en booking.com. Las cosas más importantes para mí eran la calidad del servicio y la limpieza. Escogí el hotel que tenía la mayor puntuación en esos criterios: el Palmyra.

Reservamos un vuelo a Dalaman que partía a las 7 para poder llegar a Dalyan el viernes por la mañana. Me habían contado que se trataba de un lugar magnífico. Cuando llegué, vi ante mí un paisaje que superaba mis expectativas. Imaginen un lugar en el que todas las bellezas que uno querría encontrar en sus vacaciones estén presentes. Una playa magnífica, agua transparente, un río precioso, un lago para disfrutar, altas montañas, un verde relajante, las ruinas de una importante civilización, restaurantes que sirven comidas deliciosas, instalaciones termales en las que se puede recuperar la salud y para terminar, gente hospitalaria y positiva. ¿Qué más se podría desear?

Al llegar al hotel Don Serdar, el propietario y director del hotel, nos dio la bienvenida. “Los esperábamos desde ayer por la mañana”, dijo. Le expliqué que había tenido que cortar un día de mis vacaciones debido a mi trabajo. Luego suspiró y me dijo “¿Cómo voy a poder satisfacer su estancia aquí?”. Pero yo no entendía qué quería decir. Entonces se explicó mejor y comentó que nuestra Royal Suite era igual de grande que todo su hotel. Mientras me preguntaba cómo se había enterado de quién era yo, le contesté que para mí el lujo y el esplendor no eran lo más importante, sino poder estar en un hotel limpio con un buen servicio. Así que más aliviado, nos enseñó el hotel.
Una vez más pude comprobar que mi idea es correcta: los clientes generalmente dicen la verdad. La gestión del hotel se correspondía en pleno con lo que había leído en “booking.com”. Y por gestión del hotel me refiero a una pareja, marido y mujer, al frente de su boutique hotel. Y tenían un precioso bebé de seis meses llamado Mehmet Deniz. Aunque las habitaciones eran pequeñas, puedo decir que disfruté mucho de cómo administraban el lugar, de la importancia que se le daba a la higiene y de la ubicación del hotel, situado a la orilla del río. Desde el primer momento nos ayudaron en un montón de cosas, empezando por el alquiler de un barco. También nos aconsejaron muy bien sobre los lugares para visitar.

 

 

El primer día fuimos a la playa Iztuzu. Caminar sus 7 km de fina arena fue perfecto para liberar el estrés. También les recomiendo que beban el jugo fresco de las granadas de Dalyan. Es muy delicioso y al mismo tiempo saludable. Después de una hora de paseo por la playa, nos fuimos en el barco a la ciudad antigua de Kaunos. La historia que se conoce de esta ciudad data de 2800 años, pero se piensa que hubo un asentamiento anterior. Esta idea deriva del hecho que han encontrado muchos objetos afilados y flechas pertenecientes a la era paleolítica. Los documentos y las ruinas revelan que Kaunos fue un estado soberano y económicamente poderoso que podía acuñar su propia moneda. Los edificios y monumentos que se pueden visitar son: los muros de la ciudad, la

Acrópolis, el teatro, la primera iglesia bizantina con un domo, el baño romano, la palestra (el gimnasio) templos y áreas sagradas, el ágora (mercado) la stoa (centro de compras y reuniones), el almacén, la fuente del puerto, un mausoleo, las calles de la ciudad y un pequeño castillo. Tomando en cuenta todo lo anterior se puede comprender lo grande e importante que fue esta ciudad. Mientras visitábamos Kaunos nos cruzamos con una simpática tortuga que caminaba entre las ruinas. Y hablando de tortugas, quiero abrir un pequeño paréntesis sobre las caretta caretta.

Cuando escuché que estas tortugas, tan difíciles de encontrar en el mundo que se consideran especie protegidas, van a desovar a Dalyan, me dije: “Estos animales saben lo que hacen. Puedo comprender muy bien que escojan un lugar tan precioso”. Estas tortugas son el símbolo de Dalyan. Por todas partes se pueden encontrar estatuas y representaciones de las mismas. Además, la gente está muy concienciada con el problema de la protección de esta especie. Evitan hacer cualquier cosa que pueda asustar a las tortugas. Al final del primer día, pasé una preciosa noche en nuestro hotel cenando pescado. Entre el sabrosísimo besugo que tenía en el plato y la vista en la que se mezclaban historia y naturaleza, la comida me supo especialmente deliciosa.

Al día siguiente, después de 10 horas de sueño, me desperté sintiéndome muy bien. Me pregunté cómo había podido dormir tanto pues normalmente con seis horas de sueño tengo suficiente. Fue una especie de milagro. Es cierto que estaba cansado pero también paso momentos así en Estambul y no logro dormir tanto. El dueño del hotel me explicó la razón mientras desayunábamos.
“Aquí nos hemos vuelto adictos al oxígeno. Uno puede relajarse muy bien y el silencio junto con la calma y el exceso de oxígeno hace que la gente duerma más de lo habitual”.

Añadió que muchas veces se acostaba a las diez. Yo me había recargado tanto de energía que en cuanto me levanté me puse las zapatillas y me fui a correr una hora. Disfruté mi carrera acompañada del canto matutino de los pájaros. Mientras desayunábamos, empezó a llover. Después, decidimos dar otro paseo por Dalyan y descubrimos el bazar que hay en el pueblo cada sábado. ¡Era tan agradable! Después de caminar por el bazar y comprar algunas cosas, fuimos a un restaurante tradicional para comer gözleme (panqueques al estilo del Egeo), mantı (raviolis turcos) y empanadas. El dueño del restaurante nos dedicó una atención especial. Se acercó y me dijo: “tengo la sensación de que entiendes de este tipo de negocios”. Me preguntó cómo podía traducir “mantı” al inglés y le dije que usara el término “Turkish ravioli”. También quiso saber lo que pensaba realmente de su comida. Le comenté que en general todo me había parecido delicioso, aunque le recomendé que usara menos aceite para los panqueques.

Nos despedimos amistosamente y nos sentamos a tomar un café a la orilla del río, en otro local. Al cabo de un rato nos fuimos a dar un paseo por todo el río hasta llegar al punto en el que se encuentra con el lago Köyceğiz. Allí hay unas instalaciones termales y tomamos un baño de fango mientras llovía. Después nos metimos en la piscina termal. Me sentí muy animado.

Por la noche nos sentamos en el bar a ver el partido ente el Beşiktaş y el Galatasaray. Justo mientras comentábamos que habíamos encontrado el mejor sitio para disfrutar del partido, lo pospusieron debido a las condiciones atmosféricas. Dejamos el bar y nos fuimos a comer pescado al otro extremo de Dalyan.

Para hacer algo diferente, al día siguiente alquilamos un coche y fuimos a un lugar a orillas del lago Köyceğiz. Quisimos llegar hasta la cascada Toparlar pero un estanque de fango que bloqueaba el camino nos lo impidió. No queríamos dañar el coche así que regresamos al hotel.

 

Después de concedernos un último placer almorzando pescado en la terraza del hotel, nos dirigimos al aeropuerto de Dalaman. Mientras pensaba en las cosas relacionadas con el trabajo ya de vuelta a Estambul –una ciudad que considero maravillosa–, sentía que no quería regresar. Las tres horas y media de retraso de mi vuelo hicieron que me estresara aún más. ¿Qué era lo que más deseaba después de regresar de Dalyan? No me costó mucho encontrar la respuesta. Lo que más deseo es una vida tranquila y agradable. Esa es la mayor razón por la que me gustó tanto Dalyan.

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