El después de mi abuela: Anatomía de una pérdida dolorosa…
Había planeado compartir con ustedes esta semana la segunda parte de mi serie sobre las Naciones Unidas. Sin embargo, después de perder a mi abuela el domingo pasado repentinamente decidí dedicar el artículo de esta semana a las deficiencias del sistema de salud durante su breve enfermedad.
En cierto sentido, este artículo se inmiscuye en mi vida privada, algo que no me gusta hacer, como saben. Sin embargo, me gustaría compartir mi experiencia con ustedes ya que creo que contiene importantes lecciones para todos nosotros.
Después de un vuelo de diez horas, llegué en Estambul el domingo, 24 de abril. Mi chófer, el Sr. Münir, me recibió en el aeropuerto. Luego dejó caer la bomba: “Señor Serhan, su abuela se volvió a desmayar. En este instante está siendo llevando al hospital. “Inmediatamente llamé a mi mama. Ella me confirmó que una ambulancia estaba llevando a su madre a un hospital cercano del estado. Corrí a casa, me duche rápidamente y me puse en camino hacia el hospital. Lo que vi al llegar allí fue extremadamente penoso. Mi abuela estaba débil y la tenían esperando en una camilla de madera. Cuando pregunté el por qué, me dijeron que estaban esperando los resultados de las pruebas que le habían realizado. No le habían administrado ningún tratamiento, ni siquiera un suero. Estaba esperando allí en una camilla de madera. Fue cuando entre en acción. Traté de acelerar el proceso para que nos dieran los resultados de los exámenes hasta presione al médico en prácticas para que nos diera más información. Aunque este era completamente indiferente a la situación e incluso parecía molestarle.
Tome una rápida decisión, le dije que quería que mi abuela fuera trasladada a un hospital privado. El personal hizo todo lo posible para disuadirme. Era como una broma pesada. Me dieron una larga lista de excusas, desde la dificultad de organizar una ambulancia hasta finalizar con la necesidad de un informe de la policía. Sostuve que quería asegurarme de tener una mejor atención para mi abuela, insistiendo en que teníamos todo el derecho a hacerlo. En el momento en que todo estaba arreglado tuvimos que esperar una hora para que la ambulancia llegase y el proceso de sacarla de allí en total tomó tres horas.
Localizar una ambulancia por uno mismo es una lucha, me dijeron que los hospitales estatales no pueden contratar una, que tendría que solicitar la ambulancia a través de un hospital privado. Cuando lo hacía, la gente del hospital privado me decían que no podían enviarnos una. Fue otra broma de mal gusto. Después de una gran cantidad de súplicas, al final el hospital estatal nos ayudó a contratar la ambulancia. Se tardó una hora en llegar, ya que no permiten que ambulancias del “privadas”.
Estaba yo al mando desde comprobar si mi abuela necesitaba agua como para cualquier otro detalle. Finalmente la llevamos a un hospital privado. Había llamado la Sala de Emergencia con anticipación para que estuvieran listos. Ellos no fueron en absoluto cooperativos. Me pusieron en contacto con el médico de guardia, quien no hablaba como médico, sino como si fuera el conductor de un camión. Al decirme, “No podemos aceptar al paciente en ese estado” perdí los estribos. Le dije, “hablare con usted más tarde,” Llamé a un especialista en ortopedia que está en ese hospital y amablemente organizó para que su ayudante nos diera una mano. Llegamos al hospital. Cuando la asistente bajó a la sala de emergencias y habló con los funcionarios y de repente cambiaron su actitud. Las mismas personas que habían estado diciendo que era contra las reglas el admitir a mi abuela de repente accedían a hacerlo. El médico de guardia con el que había hablado por teléfono se convirtió en colaborador, pero en respuesta a la reprimenda que había recibido, aunque se mantuvo cauteloso pero con actitud molesta
Tres o cuatro horas más tarde, después que había estado recibiendo tratamiento y la correcta atención, mi abuela mostró una mejoría. Empezaba a pensar que todo iba a estar bien y fue cuando comenzaron los problemas reales. Por alguna razón, el hospital sometió a mi abuela a un total de 9 tomografías. Ella no estaba saludable cuando el proceso se inició el domingo por la noche pero ahora estaba completamente agotada. Decían que podría ser dada de alta el jueves. Naturalmente, no les creí. Estaba claro que no iba a ser así. No dieron ninguna otra explicación. Nos dijeron simplemente que su condición era estable y que nos darían más información cuando los resultados de las pruebas llegaran. Mi madre y yo decidimos juntos que sería mejor trasladar a la abuela a un centro de atención asistida en el lado asiático en el que sería supervisada por médicos y enfermeras. Durante el control rutinario, el médico determinó que había líquido en sus pulmones y que su corazón estaba fallando, con el riesgo de tener un ataque cardiaco en cualquier momento. Inmediatamente la trasladaron a otro hospital con especialistas en cardiología y afecciones del pecho. Tan pronto como entramos en el nuevo hospital mi abuela sufrió un ataque al corazón. La atención inmediata que recibió le salvó la vida. Después de un largo día, la habían salvado a ella y su salud comenzó a mejorar. Tanto es así que cuando fui a visitarla al día siguiente en cuidados intensivos, dijo “Bienvenido, Serhan”, y pidió a los reunidos alrededor de ella si sabían quién era yo. Dijo cosas muy personales y agradables sobre mí. Luego trató de levantarse de la cama. Le dijimos que no debía hacerlo y nos aseguramos de que ella se estuviera cómoda nuevamente. Ella era consciente, estaba alerta y se veía mucho mejor que como había estado antes.
Di un suspiro de alivio. Cuando la visité el día siguiente, ella había sido trasladada de cuidados intensivos a una habitación normal. Sin embargo realmente no era ella misma. Al principio ni siquiera podía recordarme. Hable de su condición con el personal, charlamos un rato y me fui del hospital. Me dijeron que era normal que su memoria fuera y volviera. Después de asistir a la apertura de nuestra fábrica en Niğde volví a Estambul al día siguiente por la noche.
Estaba corriendo en el Bosque de Belgrad a las 7:30 de la mañana siguiente, cuando recibí una llamada de mi asistente. Estaba devastada por las palabras, “Ha perdido usted a su abuela.” Me fui a casa, me preparé, recogí a mi madre y a mi hermana y nos fuimos todos al hospital.
No puedo expresar nuestra tristeza en palabras.
Lo que realmente quiero expresar es lo siguiente: A pesar de nuestra relativa riqueza y las conexiones hemos sido forzados a sufrir todo lo que he descrito. Esto me hace preguntarme lo que tiene que pasar la gente común de este país. Es evidente nuestro sistema de salud no es nada saludable. Aquí les doy mis observaciones:
1. La mayoría de los hospitales estatales son inadecuados en todos los sentidos.
2. Los hospitales privados se fijan únicamente en sus ganancias. Se hacen una serie de pruebas innecesarias y se deja al paciente para pagar la factura.
3. Observe que hay un número de médicos y trabajadores de la salud psicológicamente inestables. La salud es un sector crítico. Sus médicos y el personal deberían ser sometidos a evaluaciones psicológicas periódicas, y suspenderles si se encuentran con problemas y recibir asesoramiento hasta que se mejoren.
4. Los médicos y trabajadores de la salud deben ser entrenados en cómo responder mejor a los pacientes y sus familias, ya que tienen que hacer frente a un estrés extremo y factores psicológicos.
5. Los hospitales del estado en particular son estructuralmente insuficientes. Tendrían que someterlos a una renovación completa. Ellos están bastante escasos también en términos de higiene.
Por último, teniendo en cuenta que se trata de algo que todos estamos propensos a enfrentar un día, me gustaría exponer brevemente los procedimientos funerarios y del entierro de mi abuela. Recibimos su cuerpo temprano en la mañana y se la llevaron en un coche fúnebre al cementerio de Zincirlikuyu para ser ritualmente bañado y preparado de acuerdo con la creencia islámica. A partir de ahí, su cuerpo fue transportado a la Mezquita de Levent para el funeral. Después de las oraciones de la tarde fuimos al cementerio de Ayazaga donde dimos nuestro último adiós en su lugar de descanso.
Cuando hablé con el imán y las dos mujeres encargadas de bañar el cuerpo, las mujeres dijeron: “Tu abuela era hermosa.” Yo les enseñe las fotos de abajo y les dije: “En su juventud, era una de las chicas más bonitas en Trabzon “, “podemos darnos cuenta” dijeron. “Parecía una estrella de cine turco.” Les aseguré que las mujeres pueden ser bellas en todas las edades.
La foto que compartí de mi abuela.
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Mantenganse bien y hasta pronto por ahora.
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